Cómo como comenté en mi artículo anterior, me dirigía al sur de la península del Peloponeso. Pero realmente, no sabía dónde, simplemente contaba con una ubicación en mi teléfono, pero cuando ampliaba ésta, no me marcaba ninguna población, y menos una calle. Yo me acerqué lo más posible al área que me señalaba el mapa, mientras intentaba contactar con la persona que supuéstamente me iba a dar comida y cama por ayudar en la casa, en el jardín, etc. Finalmente, después de varios días esperando, concrétamente desde mi segunda estancia en Atenas, obtuve respuesta.
La población era Lagkada, un pueblecito de montaña con no más de 50 habitantes. Igualmente, muy cerca del mar, era perfecto y muy autentico. Cuando llegué de noche a Lagkada, me acerqué a lo que parecía que era y es el único bar de la zona. Cuando entré al Bar, encontré unas 10 personas más o menos, con una media de edad cercana a los 60 años (que coincide con la del pueblo), por supuesto todas sus miradas se dirigieron hacía aquel extraño que interrumpía la rutina diaria a la que estaban acostumbrados. ¿Quién será?, ¿Qué hace aquí?, ¿de dónde viene?, ¿qué querrá?
Enseguida el más joven me salió al paso, era el único que hablaba algo de inglés, su nombre era Παναγιώτης Λιοκαρέας, (pronúncialo si puedes). Le pregunté por Aris, me dijo que sí, que claro que le conocía. Me dijo que me llevaba hasta su casa. Nos quedamos unos diez minutos en el bar, me hizo de interprete con todos, luego nos despedimos y nos fuimos hacía la casa.
En esos momentos yo me alegraba de haber llegado allí. Mis primeras impresiones eran de estar en un sitio virgen, con gente simple, con gente que te abre su casa y te ofrece todo. Se veía que en Lagkada no se complican la vida con las grandes aspiraciones del mundo moderno. Era un pueblo muy tranquilo en un entorno envidiable.
Cuándo llegamos a la casa no vimos ninguna luz, el jardín abandonado que rodeaba la misma tampoco dejaba ver mucho, la noche era cerrada en esos momentos, en la calle no había mucha iluminación. Lo primero que me vino a la cabeza fue, “¿dónde me he metido?, Parece que aquí no vive nadie”. Yo a mi nuevo amigo no le dije nada, todo ello fueron pensamientos que pasaron rápidamente por mi mente. Mi alegría inicial se estaba transformando en desilusión.
De repente nos pareció oír el ruido de un motor a lo lejos, también empezamos a ver el reflejo de las luces de un coche. El sonido del motor se oía cada vez más fuerte, rompiendo el silenció habitual de las noches de Lagkada, en las que no existe ruido alguno. Las luces nos empezaron a deslumbrar, el coche se acercaba, y se paró junto a un muro de piedra de un poco más de medio metro de altura, que actuaba de quitamiedos, evitando que los vehículos se caigan monte abajo. Se paró el motor y se apagaron las luces. Se abrió la puerta del copiloto y del conductor, lo poco que dejaba ver la noche, y que todavía nos duraba el deslumbramiento de las luces del coche, era simplemente las siluetas de los cuerpos, pero no distinguíamos bien los rostros, sólo llegamos a diferenciar que el copiloto era un hombre joven, y el conductor una mujer, pero cuál es mi sorpresa, que ésta estaba borracha, se iba tambaleando. Nos presentamos, la mujer era la dueña de la casa, y el chico un mexicano que llevaba un día y estaba en el mismo plan que yo. Los pensamientos que antes pasaban rápido por mi cabeza, ahora venían para quedarse. “¿dónde me he metido?, dios mio”
Cuándo subimos a la casa y encendimos la luz pude constatar que la situación no era tan caótica, la mujer no estaba borracha, simplemente tiene una enfermedad degenerativa que sólo afecta a la movilidad, pero nada más, es inteligente, conduce, cocina y se maneja sola en un pueblecito montañoso, no depende de nadie. Es una persona encantadora. Es la madre de Aris. Los pensamientos que tenía en mi mente se desvanecieron rápidamente. Sobre Jorge, (el mexicano), que decir, he hecho un amigo para toda la vida. Esta pequeña familia, con el paso de los días fue creciendo, y nos convertimos pronto en familia numerosa. Yo vine aquí para dos semanas como mucho, y finalmente he estado un mes. Al final nos juntamos más de diez personas de países distintos como son México (Jorge), Alemania (Helene), Uruguay (Belén y Pablo), Australia (Joanne), Grecia (Thalia y Aleks ), EEUU (Nikola), Republica Checa (Lucie), ¡ah!, y un español que no me acuerdo cómo se llamaba. Por su puesto Georgia y Aris los dueños, o mejor dicho, nuestros padres, también griegos. Unos fenómenos todos ellos, no os olvidaré, me lo he pasado muy bien con todos vosotros. Y ya que nos ponemos, también incluyo a la gente de Lagkada, gente maravillosa.
Como podréis comprender las situaciones que se creaban por el idioma, el ambiente, las reuniones familiares en el desayuno, en la comida, en la cena, en la hora del té, la del chocolate (dulce), mis amigos Thalia y Aleks, me traían chocolate todos los días (muchas gracias, os quiero), en el trabajo, cuando nos íbamos a la playa, a caminar por la montaña, (recuerdo especialmente la caminata de un día con mi amiga Helene por el desfiladero, cuando íbamos a comprar, o a visitar pueblos de la zona, etc, etc. Siempre estábamos riendo, a todo ello hay que sumar el entorno de este pequeño pueblo, en el que las nubes no nos dejaban ver en muchas ocasiones el final de las montañas, también recuerdo las duchas al aire libre, viendo la montaña, y a veces bajo la lluvia, experiencia indescriptible. Las mandarinas, naranjas, granadas, tunas que recolectábamos para nuestro desayuno o ensaladas de frutas… Podría seguir escribiendo y no parar. Formamos una gran familia, cuando estuvimos juntos disfrutamos de cada pequeño momento, luego después de un tiempo cada uno siguió su camino, con algunos me he vuelto a encontrar. La vida del viajero es así, unas personas vienen, conviven contigo un tiempo, luego se van, y vienen otras nuevas.
Muchas Gracias Georgia y Aris
El vídeo de abajo es el pequeño coro de la iglesia de Lagkada (ortodoxa), con el que aveces en días especiales, nos despertaban, sonaba en todo el pueblo. Era muy agradable escucharlo entre las montañas. Para nosotros en España nos llama la atención que el cura da la espalda a sus feligreses, «realmente están mirando todos a Dios»
Encantada, muy bonito… Gracias
Gracias a ti, un besito
Gracias Javier, por compartir tu emocionante viaje, ya sabes TE QUEREMOS.!!!!!!!
Muchas gracias. Yo también os quiero a todos. Muchos besos
Me alegra mucho que vayas encontrando lo que vas buscando: Conocer nuevos pueblos, nuevas gentes y vivir nuevas experiencias que te satisfagan y te enseñen. Te envidio porque como tu lo cuentas todo parece una fiesta. Pero para que sea así, hay que ser alguien muy especial. Besotes.
Tú si que eres especial. Muchos besos
El objetivo de este viaje no es conseguir dar la vuelta al mundo qué también. Es disfrutar del camino, y en el camino vas encontrando muchos alicientes. Esto sirve para la vida en general.
Besos y abrazos