Otro viaje muy interesante fue al norte de Rusia, más allá del mar blanco, por la zona de Pínega, (para los que me conocen por supuesto que me bañé en el mar blanco y en Pinega). En este caso fui con una amiga de San Petersburgo, Muchas gracias, fue un gran viaje.
Volé primero a hasta Moscú, (visité a otra gran amiga, muchos besos), y de allá volé a San Petersburgo, (Aquí me junté con mis otras dos grandes amigas de Rusia, una de las cuales, fue la que se vino, muchos besos por aquí también). De allí ya tomamos el tren hasta Arcánge, seguidamente, tomamos un autobús – taxi – furgoneta, que nos llevó a la zona de Pinega.
Allá nos juntamos con los contactos de mi amiga (un saludo para los dos).
Allí visitamos cuevas en las que todavía había hielo, (estamos hablando de finales de agosto), y corría el agua. No nos pudimos adentrar mucho más de lo que lo hicimos, porque el hielo se podía hundir, (en esta época del año no tiene tanta consistencia), se estaba derritiendo, pero mereció la pena.
Luego, el entorno era pura naturaleza. Vivíamos en casas de madera (como siempre han vivido en esta zona), con mucho calor en el interior, (el horno estaba a tope, decían que necesitaban toda esa energía para el día día). Una preciosidad de viaje, aparte de volver a ver a mis amigas.
Una cuestión que hago para los aficionados a las setas (no a las de Amsterdam), sino a los expertos en micología. Yo no soy ni siquiera aficionado, pero si disfruto saboreándolas, me encantan. De hecho, allí recogimos unas cuantas y luego las cocinamos. Ellos por supuesto eran expertos. Luego también vimos las típicas venenosas, que también fotografíe, incluida la de los “pitufos”.
La cuestión es la siguiente, si es normal el tamaño de estos hongos, (los podéis ver en las fotografías más abajo). A mí me parecieron exageradamente grandes.
Otra peculiaridad de la zona es que según nos acercábamos al norte, la altura de los arboles disminuía, y el otoño estaba ya estaba presente, se podía apreciar en las puntas de los árboles que ya amarilleaban, (repito, estamos hablando de finales de agosto), en Madridejos, por lo menos, percibimos el otoño en los arboles, a principios de octubre.
Cruzamos y volvimos nadando bajo la lluvia esta laguna llena de juncos, una gozada
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